jueves, 22 de septiembre de 2016

Una maestra que deja huella en el corazón...







Desde aquella mañana mi profesor Carlos Teodulio Caicedo (CATECA) como se hacía llamar, en su tarea de maestro trataba de inducir al grupo de 5°B de la escuela de niñas María Inmaculada de El Cerrito a que tuviéramos una noción sobre lo que queríamos ser cuando culmináramos nuestro bachillerato; me impactó mucho la pregunta porque aunque desde que empezaron a nacer mis hermanos he desempeñado la hermosa labor de enseñar y fue el amor de hermana mayor el que desarrolló en mi la vocación, nunca  me lo había preguntado a mí misma pero sin dudarlo muy convincentemente le respondí al profe que quería ser profesora.
Cuando llegué a casa al medio día le comuniqué a mi madre que quería ser maestra, ella muy contenta y con su gran amor me apoyó en la idea y me matriculó en la Normal “Miguel de Cervantes Saavedra” del municipio de Guacarí  donde con el notable amor y el consejo de mis padres junto con la destacada vocación de mis docentes fui llenando mi inagotable cúmulo de saberes e inolvidables experiencias sobre educación y pedagogía, mi familia y dichos docentes fomentaron en mí el pensamiento crítico y el análisis reflexivo. Estudiaba en las mañanas y ayudaba a dar clases de refuerzo escolar en las tardes a niños de primaria, el reto de cada día era buscar y aplicar nuevos métodos y estrategias que facilitaran el aprendizaje, desde entonces cada día me levanto con la firme convicción de que mi misión en esta vida no es solo transmitir conocimiento sino contribuir a la educación de mi entorno.
Fue en el año 1.999 cuando inicié  mis estudios de licenciatura en educación en la Universidad del Quindío con sede en Buga, con muchas expectativas sobre  cómo debía enseñar, qué métodos eran más apropiados, qué tipo de conocimiento debía impartir para contribuir al desarrollo de la educación y a  la formación integral de los niños que en ese entonces estaban en grado tercero de la escuela Pedro Antonio Molina de El Cerrito, grupo del cual yo era la directora con tan solo 18 años; sin todavía satisfacer mis expectativas empecé a transmitir lo que algunas docentes en la escuela primaria habían impartido en mí: la conservación del orden de las cosas, el poder y la autoridad como transmisor de conocimientos, apropiándome de una imagen autoritaria, lo cual me hacía prisionera de algo que yo no era.
El siguiente año tuve a cargo un nuevo grupo del grado tercero, el cual fue para mí el inicio de la gran transformación en mí que hacer debido a las reflexiones que realizábamos los entonces aprendices de docentes en cada encuentro de pregrado, empecé a entender que era un momento de conversión en la práctica de los maestros y dicha conversión empezaba a producir cambios en mi desempeño, también comencé a observar cómo algunos docentes continuaban con sus prácticas tradicionales y ni siquiera se enteraban lo que estaba ocurriendo en el entorno educativo, ya que cuando llegaba un docente con nuevas ideas a ellos les parecía que no estaban enfocadas en lo que “debía ser” según ellos.
Simultáneamente a mis estudios de pregrado continué haciendo lo que amo (enseñar), descubriendo nuevas formas de suplir las necesidades, empecé a tener una comunicación  más productiva con los educandos, actividad  que se hizo más fuerte en los siguientes años cuando empecé a impartir conocimientos del área del lenguaje desde el grado 6° a 11°, ese fue el momento más decisivo en la metamorfosis de mi práctica docente ya que empecé a comprobar que la comunicación efectiva con mis estudiantes es el pilar para que ellos se interesen en el aprendizaje, lo cual permite identificar sus necesidades y expectativas; ese año me convertí  en psicóloga por vocación de algunos de los estudiantes que lo permitían cuando expresaban sus requerimientos emocionales, lo que permitió mejoras en su desempeño académico.
Transcurrieron los años y yo cada día cumplía con mi misión de educar de una manera integral a los que Dios me daba el privilegio de plasmar mi huella en el corazón y prueba de ello tengo un niño; Carlos, al  que le enseñé cuando estaba en el grado primero con problemas familiares que influían de manera negativa en su aprendizaje, detectando que era un líder, cuando le enseñe en grado tercero le empecé a potenciar  esa  fortaleza, luego lo tuve de nuevo en grado tercero, cuarto y hoy está en grado quinto transformado en su comportamiento y su desempeño académico, aunque hay otros factores que influyeron en su cambio él me ha expresado su agradecimiento y hoy en día es muy buen estudiante analítico y crítico.
En el año 2.003 culminé mis estudios universitarios con gran éxito  y con un hermoso hogar conformado por un maravilloso esposo y dos hijos que han sido pilares en mi vida, continué fortaleciendo mi vocación  con la experiencia de cada día y enamorándome más de mi profesión , pero ocurrió un evento que ha marcado mi vida y me ha permitido avanzar a pasos agigantados en el desarrollo de mi labor, sucedió que en el año 2.005 participé y aprobé el concurso de ingreso a la carrera docente, gracias a Dios fui nombrada en la Institución Educativa Semilla de la Esperanza de la ciudad de Palmira donde actualmente desempeño mi labor con gran pasión y me satisface contribuir a la educación de seres humanos integrales para construir una mejor sociedad, lo que me hace permanecer inquieta formulando y desarrollando proyectos que aporten a este que yo llamo construir sociedad, realizo cuanta capacitación esté  a mi alcance porque aún me considero aprendiz de docente, motivo por el cual realicé una especialización en Gerencia de Instituciones Educativas en la universidad del Tolima a causa de la habilidad que considero tener también para liderar procesos, los cuales emprendo y lidero desde mi labor como docente porque lo mío es compartir y aprender cada mañana con los niños, que me llenan de vida, de inocencia y me enseñan todos los días que el amor es  lo más importante, me enseñan que cada uno es diferente y puede poseer capacidades y habilidades que muchas veces no tenemos en cuenta por la institucionalización de la educación de tal manera que todos deben aprender lo mismo y como testimonio de ello tengo a Hernán, un líder en grado tercero que a duras penas ha aprendido a leer y a escribir porque a él no le interesa, es un apasionado por el futbol y actualmente practica dicho deporte  en la escuela  INDER Palmira desempeñándose como el mejor en la disciplina deportiva, es líder y guía en la clase de educación física y de artística, es un persistente colaborador muy cariñoso y me alegra cada mañana cuando llega con una fruta que ha extraído de los árboles de su casa.
Me alegra llegar cada mañana y ver esas caritas alegres e inocentes ávidas de diversas experiencias, que me expresan su amor con carticas que dicen “te quiero mi profesora favorita” o con sus brazos abiertos cuando llego al salón de clases, con sus personalidades que aunque diferentes todos coinciden en la pureza de su corazón. Aspectos  que me motivan cada mañana junto con el apoyo incondicional  de mi familia para que cada día alcance mis metas, entre la cuales la más próxima es culminar mis estudios de maestría que curso actualmente en la universidad ICESI, capacitándome cada día para dejar huella.


“El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito”
Facundo Cabral.


Dejando huella en el corazón!! 
DIANA BRAVO MORALES.




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